viernes, 2 de noviembre de 2012

Guion literario Final Imagen I


Ricardo Madrid
Verónica Restrepo
Catalina Agudelo
Daniel León

La Andrea

Y en el espejo veía mi reflejo, me veía a mí, o eso creía. No era yo, el vidrio me devolvía a una mujer triste, unos ojos que solo reflejaban preocupación, unos ojos que pesaban como las mentiras o mejor, que pesaban por las mentiras. Recuerdo que en el espejo vi a aquella mujer, con unos kilos de más, kilos que no deberían estar allí, no por la estética, sino por una razón que iba más allá.

Y mientras ella ya no se reflejaba en el espejo, ya no estaba allí –por suerte-, el teléfono sonaba, y el estrépito del mismo hacía que Carlos se moviera en la cama y se dispusiera a levantarse. Ya el cristal negro de la noche  había desaparecido y la espesa madrugada ungía a Medellín aquel día. Levanté la bocina del teléfono con muy pocas ganas de hablar. Las noticias hacen que tu vida, que la creías ya como tu vida, cambie completamente. El hombre sabe muy poco de lo que es su vida, y mucho menos de lo que será, pensé.

Al otro lado del teléfono escuché la voz de Andrés. Era él. El amigo de toda la vida de Carlos, el que conocí en aquel viaje que hicimos hace dos años a Argentina. Me preguntaba sobre mi vida y sobre qué había pasado conmigo. Me decía que hace mucho quería hablar conmigo. Desde aquel día  no nos veíamos, hace más de tres meses en su casa. Le respondí que no quería hablar con él. Era la verdad.

Colgué el teléfono cuando sentí el silencio del otro lado. Nadie, número equivocado, le respondí a Carlos, que se interesó muy poco en aquella llamada.

Antes de entrar al baño me dio un beso. Él no sabía lo que realmente significaba aquello para mí, pronto lo sabría. Entré a la cocina mientras él se bañaba. No podía dejar de pensar en aquella mujer que vi en el espejo, en esa mujer que decía ser yo pero que me rehusaba a creerlo. Y tampoco dejaba de pensar en Andrés, debo admitirlo. Aunque esa mujer, la del espejo, acabaría con mi vida.

Vi a Carlos entrando a la cocina y lo recibí con una taza de café. Se le había hecho tarde, él me hablaba de lo duro que se había puesto el trabajo con la llegada del nuevo presidente a la Compañía. Creo que eso me decía, o algo similar, la llamada de Andrés no salía de mi mente.

Te amo, mi amo- me dijo Carlos.

Yo también te amo –le respondí automáticamente.

Cuida de Andrea, de nuestra Andrea.

Luego de decir esto se fue rápidamente, se le había hecho un poco tarde. NUESTRA Andrea, pensé. Nuestra.

Cuando se está en estas condiciones lo único que se quiere es dormir –algunas veces llorar-, y luego de que Carlos se fuera subí al segundo piso y descansé por un largo rato.

Me levanté cuando la mañana roza con la tarde, y no tenía ganas de nada, de dormir. El timbre rompió el silencio, rompió la calma de la casa. Abrí la puerta y era Andrés, no quería saber nada de él. Se impresionó al verme, era claro que no se esperaba lo que vio ante él, vio una mujer similar a la del espejo.

Andrés qué haces aquí- inquirí inmediatamente al verlo.

Intentó abrazarme y yo lo aparté de mí, sabía que si se me acercaba rompería a llorar inmediatamente. Lo invité a pasar, era claro que había mucho por hablar. Tres meses es mucho tiempo cuando hay historias por contar, pensé.

¿Está Carlos? –preguntó estúpidamente Andrés.

Tú ya sabes la respuesta –le respondí.

Quería asegurarme simplemente

Hay cosas más importantes que asegurarse de ello.

Andrés sabía que algo no estaba bien pero quería evitar hablar de ello.

Tráeme un vaso de agua –le indiqué.

De inmediato entró a la cocina, a aquella cocina, nuestra cocina. La cocina de Andrea, pensé.
Me preguntó que qué era lo que pasaba, pero en realidad él ya sospechaba la respuesta. Le dije que tenía más de tres meses de embarazo y que Carlos estaba haciendo planes para irnos a vivir a Argentina.

Pues… buena suerte –me dijo.

¿Suerte? Hombre, eso no existe. –le respondí.

Andrés no se había dado cuenta de lo realmente importante. No era el viaje a Argentina, era el embarazo. La Andrea de Carlos, quiero decir mi hija, no era en realidad NUESTRA hija.

Son más de tres meses, haz cuentas.

Ahí, apenas ahí, comenzó a pensar en la posibilidad de su paternidad. Era la Andrea de Andrés.

Recuerdo la sonrisa que decoró su rostro, las arrugas desaparecieron inmediatamente y el ceño fruncido era parte del pasado. No comprendía por qué tanta felicidad. Mi vida ya no era vida. Aunque en realidad yo nunca amé a Carlos, pensé.

¿Carlos lo sabe?-me preguntó.

No, no se lo he dicho, y no pienso decírselo –respondí entrecortado.

A Andrés le disgustó mi idea, era claro que él quería estar conmigo y más ahora que nos unía un hijo. La amistad no existe, me dijo cuando le reclamé sobre su relación, de largos años, con Carlos.

La idea suya era que nos fuéramos a vivir juntos, que sus libros se estaban vendiendo mucho en Colombia y que cuando Andrea (aunque a él no le gustaba este nombre) naciera nos podríamos ir a vivir a donde yo quisiera. La mujer del espejo sonreía, y mientras iba sonriendo iba desapareciendo. Porque la tristeza era lo único que existía en ella. Aunque su vida cambiaría radicalmente ella quería vivir con Andrés, el amigo de su esposo, el padre de La Andrea de Carlos.

Mientras Andrés empacaba todo lo que encontraba en el armario: blusas, pantalones, zapatos y de más, yo buscaba una pluma y un papel para dejarle una nota a Carlos. Mientras escribía, la mano me temblaba, mi vida había cambiado radicalmente. El destino no existe mientras existan los hombres, pensé.

Recuerdo el final de la carta: “Tú Andrea, Nuestra Andrea, nunca fue en realidad NUESTRA”.

Dejé la carta en la mesa de la sala. Carlos ya se había adelantado con mi maleta. Él no veía la ahora de vivir la vida que siempre quiso vivir. La vida de Carlos, también, había cambiado completamente. Su Andrea nunca existió.

Y aquí estoy, en Argentina, escribiendo estos recuerdos que son solo parte del pasado. A mi lado tengo a Mariana, quiero decir a mi hija. La Andrea que nunca fue.

1 comentario:

  1. Hola.
    La historia es muy bonita.
    Estuvo bien trabajada. Ojo que hay que pulir algunas cositas de manejo de cámara. Hay unos cortes extraños entre algunos planos.

    Bien.

    Nota: 4.7

    Saludos.

    Ariel

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